BlogComentario del Evangelio

Domingo XV del Tiempo Ordinario, San Mateo 13,1-23

En este Domingo XV del Tiempo Ordinario, Monseñor Rafael Escudero López-Brea, Obispo de la Prelatura de Moyobamba, presidirá la Celebración Eucarística en la Catedral de Moyobamba.

“Aquel día salió Jesús de casa y se sentó junto al lago. Y acudió a él tanta gente que tuvo que subirse a una barca; se sentó y la gente se quedó de pie en la orilla”.

“Les habló mucho rato en parábolas”. Jesús es un buen observador. Va a hablar a la gente de lo que ha visto que les sucede en su vida ordinaria.

“Salió el sembrador a sembrar”. Cualquiera de sus oyentes estaba en capacidad de captar las palabras de esta parábola porque era una imagen que todos podían contemplar con solo extender su mirada a los alrededores.

Ahora va a narrar tres fracasos del sembrador. Jesús desea prevenir a sus discípulos para que no se desanimen ante los fracasos en su apostolado.

“Al sembrar, un poco cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se lo comieron”.

“Ustedes oigan lo que significa la parábola del Sembrador: Si uno escucha la Palabra del Reino sin entenderla, viene el Maligno y roba lo sembrado en su corazón. Esto significa lo sembrado al borde del camino”.

No la entienden porque no se les explica bien (y aquí la gran responsabilidad de predicadores y catequistas para esforzarse hasta el máximo con el fin de hacer entender muy bien a los oyentes la doctrina que les explican) o no la entienden porque no se esfuerzan por entender y dejándose entusiasmar por temas mundanos dejan que las imaginaciones vengan y les roben la palabra de Dios.

Esa semilla de la palabra de Dios no logra penetrar hasta nuestro corazón o nuestro cerebro. Las distracciones y el poco deseo y afán de entender el mensaje de Dios, hacen que éste se pierda.

Perdón Señor por tanta palabra tuya que hemos dejado perder con suicida indiferencia.

“Otro poco cayó en terreno pedregoso donde apenas tenía tierra, y como la tierra no era profunda brotó en seguida; pero en cuanto salió el sol se abrasó y por falta de raíz se secó”.

“Lo sembrado en terreno pedregoso significa el que la escucha y la acepta enseguida con alegría; pero no tiene raíces, es inconstante, y en cuanto viene una dificultad o persecución por la Palabra, sucumbe”.

La piedra que ataja la raíz de la Palabra para que no pueda producir frutos es la cobardía. Porque nos persiguen, porque cumplir lo que Dios manda nos acarrea dificultad, por eso desistimos de practicarla. Pero todo lo que vale cuesta. El Reino de los cielos padece violencia y sólo los que se hacen violencia a sí mismos lo conquistan.

Una piedra que puede hacer morir la Palabra de Dios es la tentación. Un santo vio un solo demonio atacando a quienes no oyen Palabra de Dios, pero más de mil atacando a quienes sí la escuchan. Y en visión le fue dada la respuesta: es que el infierno desea anular en cada alma los mensajes que recibe del cielo.

Quien arrebata también la Palabra es la inconstancia. No dejemos morir esa semilla que Dios ha depositado en nuestro corazón. Hay que perseverar, aunque se presenten dificultades.

“Otro poco cayó entre zarzas, que crecieron y la ahogaron”.

“Lo sembrado entra zarzas significa el que escucha la Palabra, pero los afanes de la vida y la seducción de las riquezas la ahogan y se queda estéril”.

También en nuestra alma pueden existir unas exageradas zarzas de preocupaciones que no dejan crecer las ideas espiritua­les que Dios nos envía. Las zarzas o espinas que ahogan en nuestra alma la Palabra de Dios pueden ser: la concupiscencia de los ojos (deseo de poseer más y más) la concupiscencia de la carne, con todos sus malos pensamientos y deseos que matan toda idea espiritual; y también puede ser, la soberbia de la vida, ese anhelo insaciable de ser estimados y de tener buena imagen ante los demás.

Si vivimos ahogados por demasiadas preocupaciones, no hallará sitio la Palabra para producir fruto en nuestra alma.

¡Señor, que los afanes de la vida o la seducción de las riquezas nunca ahoguen en nuestra alma tu Palabra y la hagan quedarse estéril!

“El resto cayó en tierra buena y dio grano: unos ciento, otros sesenta, otros treinta”.

“Lo sembrado en tierra buena significa el que escucha la Palabra y la entiende; ese dará fruto, y producirá ciento, o sesenta o treinta por uno”.

A la actividad de Dios que siembra su Palabra, debe seguir la actividad de la persona humana que escucha y practica.

Dios siembra por medio de la lectura de la Sagrada Escritura. Siembra también Dios por medio de las predicaciones, de los buenos consejos, de las inspiraciones que sentimos tantas veces, de los hechos impresionantes que nos ponen a pensar. Y siembra y siembra, día a día, por medio de los buenos libros.

“El que tenga oídos, que oiga”.

Terminada la parábola, Jesús invita a que cada cual considere la gravedad de lo que acaba de oír, meditándolo en su interior y aplicándose la lección

Jesús explica que hay dos clases de oyentes respecto al Mensaje de Dios. Unos indiferentes, se hacen los sordos, y se quedarán sin escuchar. Los otros se esfuerzan por captar el Mensaje Divino y se les dará en admirable abundancia. El castigo de los incrédulos será quedarse sin comprender el Mensaje y sin ser transformados por él, y el premio de quienes lo reciben con entusiasmo y buena fe, será cosechar abundantes frutos.

Jesús quiere recordar que las parábolas no las entienden sino los que las escuchan con espíritu de fe. Que hay que meditar, esforzarse y tener buena voluntad, para lograr captar qué es lo que Dios nos quiere enseñar.

¡Señor, danos hambre y sed de escuchar tu Palabra! ¡Que seamos buena tierra para ella!